ENSAYO - EDUCAR SIN VIOLENCIA O EDUCAR PARA LA VIOLENCIA
El titulo refleja la alternativa que se
plantea hoy en la sociedad. No vamos a entrar en detalles de ejemplos de
violencia que vivimos a diario, ya sea de manera personal, en nuestra labor
profesional o la que se desarrolla a nuestro alrededor, en nuestras ciudades y
países. Violencia que no es solo la que aparece en las noticias policiales o la
que sabemos ocurre a nivel doméstico, sino también la violencia social,
económica y política. Aquella que ejercen los poderosos sobre los más débiles,
las minorías acomodadas sobre las mayorías carenciadas, aquella en que unos
pocos le arrebatan al resto la posibilidad de una vida digna.
Sin duda que las causas de la violencia son
muchas, algunas de ellas con múltiples raíces históricas, económicas, de
género, o con los más diversos orígenes y que se van mezclando y superponiendo
a lo largo del tiempo. En cada espacio y momento se manifiesta de manera
peculiar, pero repitiendo el esquema del abuso de poder por parte del más
fuerte sobre el más débil y evidenciando la falta de respeto por el otro.
Esa diversidad de causas, a que hacemos
referencia, no debemos dejar de tenerla en cuenta, pero es bueno también darnos
la posibilidad de enfocar nuestro interés, nuestro estudio y nuestro accionar
sobre un factor específico, que por delimitado no debe significar
descontextualizado.
Concretamente, nos estamos refiriendo al
origen familiar de la violencia y dentro de ella a los métodos educativos que
usamos con los niños, niñas y adolescentes. Hoy los padres continúan utilizando
el castigo físico como método correctivo de sus hijos. Sería bueno empezar por definir un poco a qué
nos referimos cuando hablamos de violencia, de educar sin o con violencia.
Esto nos lleva a preguntarnos por qué a los
adultos en general, a las mujeres, a los trabajadores, no se les puede pegar y
a los niños sí. A los animales no se les debe pegar. Cualquier adiestrador de
perros o domador de caballos, les dirá que a los animales ya no se les pega
para adiestrarlos, que se les va enseñando con mucha paciencia y en base a
premiar los comportamientos deseados. De lo contrario obtenemos un animal
miedoso, a veces rencoroso y que a la primera de cambio nos devolverá los golpes
y malos tratos recibidos.
Qué ironía:
Pegarles a los animales es crueldad.
Pegarle a un adulto es agresión.
Pegarle a una mujer es una agresión agravada.
Pegarle a un detenido es tortura.
Pegarles en el hogar a los niños es
“educación”.
¿Por qué va a ser menos malo pegarle a un
niño que a cualquier otro ser viviente? Al contrario, es peor porque están
indefensos. Por eso han tardado tanto las leyes en prohibirlo, porque no pueden
defenderse: no hay sindicatos, ni organizaciones de niños, ni colectivos que
expresen sus sentimientos, ni defiendan sus derechos. Los organismos públicos o
privados abocados a la infancia suelen tener otros interesas y preocupaciones.
Los niños no votan, no tienen posibilidades de hacer lobby ni huelga. Por eso
mismo, habiendo leyes que prohíben los malos tratos, salvo para los casos muy
aberrantes, han sido letra muerta y los padres siguen golpeando a los niños.
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